César Mauricio Velázquez, exembajador de Colombia en el Vaticano, considera que la elección del sucesor de Benedicto XVI, quien dejará su cargo a partir del 28 de febrero, debe ser vista como un proceso espiritual y no político. En diálogo con KienyKe desde la Santa Sede, el también periodista defendió las razones de falta de fuerzas argumentadas por Joseph Ratzinger para renunciar al cargo. Sobre los escándalos que atraviesa la Iglesia Católica dijo: “es injusto juzgar a unos por otros, o generalizar los problemas”. Según anticipó, de acuerdo al ambiente en el Vaticano, para finales de Marzo (en Semana Santa) habrá nuevo Papa.
KienyKe: ¿En el Vaticano aún confían en la versión de que la renuncia del papa Benedicto XVI fue solamente motivada por falta de fuerzas para seguir ejerciendo el pontificado, o han cogido fuerza las versiones que responsabilizan de dicha decisión a las redes de corrupción, luchas de poder, chantajes y escándalos sexuales al interior de la Santa Sede?
César Mauricio Velásquez: Le creo al Papa y por principio respeto su conciencia. Su decisión es libre y responsable. Ha sido un Papa valiente y humilde. Su renuncia es responsable y libre. Creo en sus palabras. A sus 85 años sintió que sus fuerzas físicas eran insuficientes para tantos desafíos y problemas que debe afrontar hoy la Iglesia en el mundo.
¿Qué tipo de líder deberá reemplazar a Benedicto XVI? ¿Cuál es el perfil que más le convendría, según su opinión, a la Iglesia Católica?
No hay que olvidar que el Cónclave busca elegir al Papa católico, no al líder de un grupo político de izquierda, derecha o centro. En la Iglesia cuentan otras condiciones y en especial la cercanía a Cristo, al fundador. El líder de la Iglesia debe ser un líder de oración, ejemplar en su actuar y vivir. La elección de papa no es la elección de un político. En el cónclave operan otras fuerzas. Creo en la intervención del Espíritu Santo, el buen juicio de los cardenales
Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio (izq), y Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano. |
Si bien varios expertos anticipan que el nuevo Papa será europeo, ¿cree que será conveniente que el mandato de la iglesia siga en manos de sacerdotes del viejo continente, o consideraría que la Iglesia podría estar preparada para ver la asunción de un papa americano, asiático o africano?
La Iglesia está preparada para el querer del Espíritu Santo. Pueda ser que el nuevo Papa no sea tan mayor, pues la carga de la Iglesia es pesada e intensa.
Ya que usted conoce de cerca el ambiente en el Vaticano, ¿es verdad que se empieza a sentir el vacío de poder que dejará mañana el Papa con su dimisión? ¿Está preparada la Iglesia para afrontar la ausencia sin problemas, mientras se elige al sucesor?
Todo está previsto según la ley de la Iglesia. Después del 28 a las 8:00 pm (hora Vaticano) el cardenal camarlengo, Tarcisio Bertone, se ocupará de asuntos procedimentales y el cardenal decano, Angelo Sodano, de la convocatoria al cónclave. Mientras tanto millones de católicos estaremos rezando por el Papa que vendrá.
¿Estima que podrá haber humo blanco para antes de las celebraciones de Semana Santa, que son a finales de marzo?
Es lo más probable. Será una Semana Santa con papa nuevo.
¿Piensa que la Iglesia, como institución, ha estado perdiendo influencia en numerosas poblaciones que tradicionalmente eran católicas? Por dar un ejemplo, antes era un enorme privilegio hacer carrera de sacerdocio, y ahora parece que es algo que ya no llama la atención. ¿Recuperar esa influencia, cree, que será una prioridad para el nuevo Papa?
Son ciclos de problemas y aciertos. Cuando la Iglesia se marchita en un extremo del mundo al mismo tiempo florece en otro. Si la Iglesia fuese invento humano ya hubiese desaparecido. En Roma y Colombia he podido conocer estudiantes de seminarios y jóvenes sacerdotes de mucha categoría intelectual y humana.
“(El Papa) Se va frágil, pero cargando la cruz de la incomprensión y llevándola en silencio. Es un ejemplo de humildad”: César Mauricio Velásquez, exembajador de Colombia en el Vaticano. |
En algunas de las últimas apariciones públicas, el papa Benedicto XVI había hecho declaraciones críticas contra posibles brotes de corrupción al interior de la Iglesia. ¿Con esas palabras no cree que Joseph Ratzinger se va del pontificado con algo de ‘desencanto’?
El domingo en el Angelus dijo lo contrario. Se va frágil, pero cargando la cruz de la incomprensión y llevándola en silencio. Es un ejemplo de humildad.
Con la renuncia de Benedicto XVI, precedida por varios escándalos como el conocido como ‘Vatileaks’, se podría pensar que la dirección de la Iglesia es ‘una papa caliente’, y que no cualquiera podría aguantar dicha dignidad. ¿Cree que así mismo se percibirá al interior de la Iglesia; que es una carga y no un privilegio dicha dignidad?
Ser papa es el trabajo más difícil del mundo. Sin duda es una carga, un peso muy fuerte. El secreto es que el Papa también cuenta con la fuerza espiritual para llevar el peso. Si la Iglesia fuese invento humano ya hubiese desaparecido. Sin duda los problemas internos y externos influyen, pero en estos 2013 años de existencia, queda claro que Cristo ha estado y está presente para no permitir su destrucción.
El Papa que asuma el mandato en la Iglesia, ¿Qué enfoque debería darle a América? El continente concentra más del 40% del total de católicos del mundo. ¿Debería haber una política de atención mucho más interesada en esta parte del hemisferio?
América Latina sigue siendo el continente de la esperanza. El papa Benedicto XVI impulsó mucho la labor de la Iglesia en estos países. Hoy el proceso de evangelización va de América a Europa. El nuevo papa tiene que impulsar este proceso. La Iglesia es la única institución que puede aglutinar hoy al pueblo latinoamericano. Es fuerza espiritual, ética y material. He conocido sacerdotes que han dado su vida por los demás. Que en sitios recónditos ayudan al prójimo. En Colombia miles de sacerdotes y monjas atienden con generosidad sus parroquias, cuidan ancianos, enfermos y son ejemplo de servicio. Quienes enlodan esa misión son pocos. Es injusto juzgar a unos por otros, o generalizar los problemas.