Palabras de clausura del Foro sobre la vida y obra de Su Santidad Juan Pablo II, organizado por la Presidencia de la República, la Embajada de Colombia ante la Santa Sede, Bogotá, marzo 3 de 2011.
1.- Mensaje del alma.
¡Loado sea Dios, que va para veinticinco años desde cuando los colombianos tuvimos la bendición de estar cerca de un Santo; quien, durante siete días blancos, consolara nuestras pesadumbres y confortara nuestras esperanzas!.
Una tarde de la primera semana de julio de 1986, Su Santidad Juan Pablo II avanzaba con paso lento bajo el fragor tropical del aeropuerto de Barranquilla, a orillas del Mar Caribe, para tomar el avión de Avianca que lo llevaría de regreso a Roma. Acababa de concluir la Eucaristía en la Catedral, en lo alto el Cristo de los desarraigados del escultor Rodrigo Arenas Betancourt. Como antes dije, habían sido siete días blancos, durante los cuales visitó comunidades indígenas y de raza negra; alternó con académicos, estudiantes, profesores; rezó ante los vestigios de la terrible tragedia ocasionada por el volcán del Ruiz; estuvo en los litorales todavía inescrutados del Océano Pacífico y en el Océano Atlántico, brillante y suntuoso. Aquella tarde su rostro tenía la placidez de saber que había sembrado destino en el alma de los colombianos.
Le pregunté a Su Santidad: -¿Qué querría que hiciéramos en memoria de su visita? Me respondió: -Crear un Centro en el cual se estudie y difunda la Doctrina Social de la Iglesia, más aún en tiempos de globalización. -Así lo haremos, Santidad, le contesté: crearemos una institución de estudio y difusión de la Doctrina Social de la Iglesia, que llevará su nombre… -Con mi nombre nó, replicó. A mi turno dije, con la anuencia de varios Cardenales, entre ellos el Cardenal Casaroli, secretario de estado: -Como la prohibición que acaba de hacer Su Santidad, no ha sido hecha ex - cátedra, no me obliga. El Centro llevará su nombre. Los Cardenales asintieron, complacidos.
Tal fue el origen del Instituto de Estudios Sociales Juan Pablo II, FIEL, cuyo dinámico director, el doctor Jorge Cárdenas Gutiérrez, organiza estas jornadas, al unísono con la Presidencia de la República; con la Conferencia Episcopal y la Embajada ante el Vaticano, en cabeza del Embajador César Mauricio Velásquez; y con la Universidad Sergio Arboleda.
2.- El sueño y la necesidad.
Qué papel le corresponde jugar a la Iglesia en esta era de la globalización?
De ello nos habló reiteradamente el Papa en la Academia de Estudios Sociales del Vaticano, creada por él, y de la cual me hizo el honor de hacerme miembro, desde su fundación, con períodos de diez años, de los cuales voy para dos.
La Iglesia ha hecho un inmenso aporte al fortalecimiento de la dimensión espiritual y moral de los pueblos; a la educación, a la salud, a la reconciliación y al establecimiento de rigurosos códigos de ética. La Iglesia se ha levantado contra todas las formas de violencia, opresión y corrupción. Recuérdese, además, el papel fundamental que jugó en la transformación de la antigua Unión Soviética.
En general, el elemento religioso ha sido protagonista central en todas las épocas y todas las sociedades, hasta el punto de que no sería posible comprender la historia si ignoramos tal protagonismo. Más del 80% de la población mundial sigue alguna de las grandes religiones; y la plenitud interior y los valores están sustentados en tales creencias. Su Santidad Juan Pablo II intensificó el diálogo con las grandes religiones y encontró puntos de convergencia con ellas. El Papa Benedicto XVI ha proseguido este diálogo, que proyecta el quehacer visionario de su antecesor.
Por ejemplo, en 1989 el Dalai Lama, al recibir el Premio Nobel de la Paz, expresó: “Ya que compartimos este pequeño planeta tierra, debemos aprender a vivir en armonía y en paz entre nosotros y la naturaleza. No solo es un sueño, es una necesidad”.
3.- Los grandes desafíos.
¿Es posible salir de aquel laberinto? Sí que lo es, mediante una educación con mayor fuerza de espíritu que de embriaguez hedonista, entendiendo tal educación como el duro golpear del escultor contra el mármol hasta moldear una creatura de perfiles ciertos, puliendo aristas de extravío y pasiones de excesos. El futuro del ser humano solo se forja cuando el mármol hable y el bronce suspire al soplo del viento creador, como en el Moisés de Miguel Angel. Ese viento infló las velas en los años de peregrinaje del Papa por el mundo, portador de sabiduría en el confín de los continentes.
Las comunidades morenas del Pacífico todavía invisible y del tibio Caribe, recogieron su mensaje que reclama la dignidad de la vida. Las pirámides aztecas y mayas de Theotihuacán, Chichén Itzá y Tikal, lo oyeron pidiendo audacia en la gestión de la paz. El Salvador y Guatemala redivivos, lo vieron litigar por una paz que no olvide la injusticia con el indígena. El Brasil, Ecuador, Perú y Colombia, del promisorio Amazonas y la jungla enigmática e invencible, pero también de la utopía y la esperanza, percibieron una brújula nueva en sus ensoñaciones. La República Dominicana lo recibió con merengues de ilusiones, mientras Cuba y Puerto Rico le abrían el corazón de sones y rectificaciones. El Mercosur de bosas novas, milongas y cluecas, y el Grupo Andino de nieves y selvas se preguntaban con el Papa, por dónde iniciar la tarea de cada día para convertir las aguas en regadíos o juntarlas en represas de energía. Y el Papa discurría aquí y allá sembrando paz, dignidad y esperanza, sacudiendo y despertando, sin un temor ni una fatiga, sin un mal gesto ni un solo rictus de cansancio. Era el Espíritu Santo que estremecía el continente y preparaba los escenarios del Sínodo, para el diálogo de una Iglesia renovada.
Por cierto en una cena con el Santo Padre durante el Sínodo, le pregunté por qué en la Sagrada Asamblea había tan pocas mujeres. Es injusto, respondió. Hága esa pregunta en público, me dijo; y lo hice, con su complacencia.
4.- Siete días blancos.
Hace ya cerca de veinticinco años fue la apoteosis!. Como presidente de Colombia tuve el privilegio de recibir, durante siete inolvidables días blancos, aquella augusta visita del Santo Padre a un país flagelado por los horrores de la guerra y de la droga. Los escenarios fueron preparados generosamente por el ingeniero Luis Carlos Sarmiento Angulo. El Santo Padre sembraba por doquier las semillas de la misma paz que venía esparciendo por el mundo y que florece dondequiera, ojalá muy pronto a plenitud en nuestra patria llena de pesadumbre y de esperanza.
Por cierto que al llegar a la Casa de Nariño a la entrevista con los empresarios, le mostré a Su Santidad la Monja de Botero, a la cual los periodistas llamaban Sor Palacio. -Santidad, le dije, aquella monja tiene a Lucifer dentro de sí. Y por las noches se sale del marco y se va a los periódicos a llevar chismes, con lo cual arma verdaderos conflictos. La podría exorcizar Su Santidad? Sonriendo me tomó del brazo e hizo el signo del exorcismo.
5.- Darse la mano.
Juan Pablo II presentó en la encíclica Centesimus Annus un método de humanización de nuestra capacidad de comprender el cambio de cada día. Los signos de los tiempos resultan difíciles de visualizar, cuando la vida en sociedad se deshumaniza y pierden fuerza las potencialidades implícitas en la interacción participativa. En las pinturas de Rembrandt las figuras se mantienen en contacto para expresar el valor de la interrelación y la familiaridad; se trata de obrar con comprensión, que en algunos lienzos se expresa ofreciéndose algo entre sí o dándose la mano. No es fácil entender ese lenguaje desde la arrogancia. Es preciso acercarse con humildad a los humildes. Una tradición del Islam atribuye al rey Salomón la posesión de una sortija que le permitía entender sin alardes el lenguaje de los pájaros.
Hace setenta años Jorge Luis Borjes hablaba sobre el tamaño de la esperanza en América Latina. El cual depende en gran parte de la responsabilidad social de los dirigentes. Tal es la invitación que nos hace la Doctrina Social de la Iglesia, sembradora de destino y de esperanza en la era de la globalización, conducidos de la mano por la luz de una linterna: es la iluminación de un Santo que recorrió los caminos de nuestra patria regando flores de esperanza.