miércoles, 20 de julio de 2011

Palabras del Embajador de Colombia ante la Santa Sede, César Mauricio Velásquez, con motivo de la celebración del Día de la Independencia


Cada año nos reunimos para celebrar la independencia de nuestras naciones. Son fechas especiales y oportunas para revisar el rumbo. Desde la Santa Sede, donde hoy somos embajadores de nuestros países, es posible divisar y ver, como quien está mirando desde un alto balcón, muchas situaciones, buenas y malas, que a veces no percibimos, desconocemos o simplemente no queremos ver por múltiples razones.
Tenemos muchas cosas buenas. El horizonte es de esperanza con argumentos. America Latina, por ejemplo, sigue siendo el Continente de la esperanza como bien lo dijo el beato Juan Pablo II. La riqueza humana de nuestra gente, capaz de sacrificio por los demás, sus valores humanos, desde la laboriosidad hasta el servicio sonriente, nos singularizan en un mundo agitado por el tener y el hacer sin ningún límite, dejando a un lado al ser humano. El pueblo latinoamericano es un pueblo virtuoso y laborioso.

La esclavitud de las cadenas y condiciones infrahumanas que hace 201 años nos sometían no se pueden repetir hoy con nuevas formas contrarias a la libertad, la racionalidad, la caridad y la dignidad humana
Creo que las luchas de hoy, las que debemos librar para celebrar la independencia total, no solamente política, se deben ordenar en tres grandes campos:
La lucha contra el hambre material, cultural y espiritual. Supone enfrentarla venciendo el egoísmo, la exclusión social y la especulación de mercados.
La lucha contra la corrupción en los sectores públicos y privados. Supone enfrentarla venciendo la codicia, el afán desmedido de éxito material a cualquier precio. Supone enfrentarla con formación humana y espiritual, no simplemente científica o técnica.
Y en tercer lugar la lucha contra el terrorismo, el crimen y las drogas. Supone enfrentarla con eficacia y transparencia pública, con el empeño decidido de todos los ciudadanos que tarde o temprano entenderán el valor sagrado de la vida humana, de la familia en sociedad, de la educación oportuna en valores humanos y la libertad con responsabilidad.
Estas apremiantes batallas no dan espera y en todas ellas la Santa Sede tiene propuestas, ideas y artillería pesada. Aquí, entre todos, podemos encontrar grandes respuestas a estos problemas en momentos desafiantes y apasionantes para la humanidad. Sin duda algo podemos aportar.
Muchas gracias.